Transformistas cubanas impulsan activismo contra la violencia de género
– Argelia Fellove es una cubana sobreviviente de la violencia machista quien a través del transformismo en espacios recreativos y comunitarios promueve el respeto y empoderamiento de las mujeres, así como masculinidades pacíficas y respetuosas.
Mujer, negra, lesbiana y proveniente de un hogar pobre y disfuncional, esta técnica de la salud y residente en la periférica barriada de Párraga, en La Habana, ha padecido la conjunción de múltiples agresiones y discriminaciones tanto en su entorno familiar como social.
Quizás por eso Fellove construyó a su personaje Alberto el Salsero como un hombre libre de machismo y violencia, gracias a un proceso de sensibilización que comenzó hace 15 años, cuando se vinculó al estatal Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), donde aprendió sobre género y derechos sexuales.
Cada tarde de sábado, un público que en su mayoría sobrepasa los 40 años, acude a las presentaciones de Alberto en el Tikoa, un club en un local subterráneo en la populosa calle 23 del habanero barrio del Vedado y uno de los pocos lugares recreativos que junto al cercano cabaret Las Vegas, acogen actuaciones de transformismo masculino en la isla caribeña.
“A través de la música que interpreta, sea una balada o salsa, Alberto trata de mandar un mensaje contra el machismo, la homofobia o los modelos patriarcales”, explicó Fellove a IPS, mientras se preparaba para una de sus presentaciones.
Luego de disfrutar una vez más del espectáculo en el Tikoa, la contadora Asela Ramírez compartió que le gusta “Alberto porque se muestra cortés y respetuoso con nosotras; sus gestos y maneras son afables. Me siento muy a gusto, porque cuando dobla alguna canción no me siento agredida como ocurre con otros géneros musicales”.
A través de su arte, Fellove se suma las iniciativas que rompen mitos, prejuicios y estereotipos contra la violencia de género en Cuba, que despliega acciones para sumarse a los 16 Días de activismo contra la violencia hacia la mujer, con una nueva edición del programa anual de actividades llamado Jornada Cubana por la No Violencia hacia Mujeres y Niñas.
La propuesta nacional que comenzó en noviembre y concluirá el 20 de diciembre incluye conferencias, talleres, ferias de experiencias, conciertos y exposiciones, entre otras acciones en nueve de las 15 provincias cubanas.
Es coordinada por instituciones estatales, de la sociedad civil y gubernamentales como la oenegé Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR), la Federación de Mujeres Cubanas, el Cenesex, el Centro de Estudios sobre la Juventud y la Sociedad Cubana Multidisciplinaria de Estudios sobre Sexualidad.
Como elemento significativo celebrará el primer aniversario de la campaña Evoluciona, impulsada por OAR, con un fuerte impacto en las redes sociales y una estrategia dirigida a desmontar imaginarios que sustentan la violencia machista y promover otras actitudes en el periodo 2018-2022.
La iniciativa, enfocada principalmente a las juventudes, se articula con la Campaña Internacional Basta, de la organización humanitaria internacional Oxfam, y cuenta con el acompañamiento de las embajadas de Francia y Canadá, al igual que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la Unión Europea y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación.
A este esfuerzo se suman academias, talleres de transformación integral del barrio, universidades y activistas como Fellove, quien con Afrodiverso, su proyecto sociocultural comunitario y sin fines de lucro , busca empoderar a las mujeres negras y afrodescendientes, sin importar su orientación sexual e identidad de género.
En este proyecto inclusivo e itinerante también se presenta Alberto el Salsero, quien interactúa con diferentes grupos etarios, desde niños y niñas hasta personas de la tercera edad, a fin de mejorar la vida espiritual en comunidades habaneras vulnerables.
“Mi propósito es visibilizar a las mujeres en sentido general; luchar contra la misoginia que muchas veces las vuelve invisibles en nuestra sociedad”, reflexionó Fellove.
Sin embargo, utilizar el transformismo masculino como vehículo para intentar modificar conductas y estereotipos dominantes constituye un desafío, dada la persistencia de prejuicios y la falta de reconocimiento social para un recurso artístico poco explorado por mujeres.
Reconocidas actrices cubanas como Rita Montaner (1900-1958), Violeta Vergara o Aurora Basnuevo, asumieron roles de personajes masculinos en el cine y la televisión, pero casi siempre relacionados con el llamado teatro bufo o vernáculo y de variedades, y por lo tanto, en actuaciones que reproducían estereotipos tradicionales de género.
“Un criterio generalizado es que para hacer una caracterización, además de incorporar una barba o bigote y el vestuario, la mujer que interpreta a un hombre debe modular la voz, hacer gestos e imitar conductas sociales que una sociedad patriarcal y machista asigna al varón, justamente los estereotipos que queremos sean modificados”, analizó el director escénico Carlos Rey, en diálogo con IPS.
Tal realidad, a su juicio, limita las posibilidades para hacer activismo a partir de este tipo de recurso artístico.
Rey, quien lleva casi 25 años al frente de la compañía Latin Dance Ballet, ha diseñado y dirigido espectáculos para cabaret, así como la gala anual Canto a la Vida, iniciada en 2010, prevista este año para el 7 de diciembre en el capitalino Teatro Nacional de Cuba.
En la velada cultural dedicada al Día Mundial de Respuesta al VIH/Sida e integrada a la Jornada contra la Violencia de Género, participan transformistas quienes defienden mensajes de inclusión y no violencia.
Aunque el transformismo no está relacionado con la orientación sexual e identidad de género, las mujeres en Cuba que hoy lo asumen suelen ser lesbianas y, por ello, sufren discriminación de género y por orientación sexual, lo cual limita su desempeño y crecimiento profesional.
“Algunos alegan que los transformistas masculinos carecemos de vestuario adecuado o no estamos preparados para conquistar un espacio nocturno. Es una manera de justificar que no nos quieren ahí, pues muchos transformistas femeninos tienen mejor, igual o peor calidad que nosotras”, argumentó Fellove.
Lamentó que casi la totalidad de los pocos espacios nocturnos para la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bi, trans e intersexuales) en La Habana, “son para hombres gay y en aquellos más frecuentados por lesbianas, los transformistas son exclusivamente hombres”.
Apuntó además que “cuando en un espacio se presenta una transformista femenina y uno masculino, le pagan más a la primera. Muchas veces cobramos menos de la mitad y a veces, ni cobramos”.
A similares obstáculos, estigmas y prejuicios ha debido enfrentarse Gladys Martínez, de 53 años, quien con su personaje Andy Michel, asumió el transformismo como aficionada a fines de la década de 1990 en la central ciudad de Camagüey, a 534 kilómetros al este de La Habana.
Esta antigua obrera especializada, que ahora se dedica a las tareas de su hogar, aseguró a IPS que en esa urbe “hay varias transformistas” pero el acceso a los espacios se dificulta “debido al ambiente lesbofóbico, incluso dentro de los mismos integrantes de la comunidad LGBTI”, al margen de que “otras personas no le han prestado atención a nuestro trabajo”.
No obstante, la labor de Fellove evidencia que el transformismo masculino puede ser una herramienta muy útil para promover masculinidades libres de violencia.
“Como mismo el transformismo femenino se ha armado de potencialidades para estimular la prevención de las infecciones de transmisión sexual y el VIH/sida, el masculino pudiera explotar más una arista social interesante como la inclusión, el desmontaje de estereotipos y del discurso machista”, argumentó Rey.